Testamento
Te dejo mi criatura
que en su inocencia
te besa,
la seda donde boca arriba me devoraste
y me pariste por segunda vez;
los dardos que clavaste en mis ojos
y la rueca poética
donde todas las mañanas
te desnudo.
Te dejo
los siglos y el fundamento liminar
del pecado
en la candidez de las vírgenes,
las rocas celestes de la alcoba,
los látigos que escondemos en el closet
y el latido común
de nuestro cuerpo
que se comporta como un animal hambriento.
Te dejo el sacrificio
la profecía del que sólo en ti soy,
el manuscrito
que nadie quiso publicar,
los nombres que debo tener
en la muerte,
un te quiero
como el único evangelio posible.
Te dejo
un puñado de tierra
como la única verdad
en la presencia de los árboles,
te dejó mis pájaros
ensáñales a cantar en el invierno.
Gabriel Cisneros Abedrabbo
30 de diciembre de 2021