Terremoto de Riobamba, 1797: Mi sangre para que vivas

Foto: Restos del Antiguo Riobamba, terremoto de 1797

El dos de febrero de 1797, la ciudad de Riobamba gozaba de absoluta tranquilidad y sus habitantes desenvolvían sus actividades con optimismo y animación. En ese día, en la misa de la aurora, se consagró un milagro más de amor, cuando el sacerdote bendijo el matrimonio de don Rodrigo de Roca con la hermosa y distinguida damita María Beatriz Petroche, ambos pertenecientes a la nobleza.

La fiesta posterior al matrimonio constituyó un acontecimiento social de elevados quilates; porque el vino añejo puso una nota de alegría, en todos los concurrentes; la música arrancada al clavicordio por expertas manos, prendió el humor y el contento de los individuos. El cantante, dueño de una voz melodiosa y sonora, entonó canciones autóctonas, que hacían suspirar a quienes aún no habían realizado su felicidad, de juntar su vida a la del ser amado.

María Beatriz Petroche y Rodrigo de Roca. Imagen ilustrativa creada con IA

Muchos jóvenes, se quedaron marginados en sus pretensiones, por el matrimonio de tan distinguida como hermosa damita. Como dijimos al comienzo, el matrimonio constituyó un acontecimiento social de grandes ribetes, ya sea por la ceremonia religiosa, como también por la fiesta, en la que hubo derroche de viandas y licores.

Por el cielo de la ciudad andina, el día cuatro de febrero, pasó como una angustia una clarinada funesta que anunciaba muerte, llanto y tragedia. Su amanecer fue sombrío y misterioso, tenía un algo de silencio funeral. A la hora de la misa, a la hora en que se llevaba la hostia consagrada, se retorcieron como monstruos heridos y agonizantes las entrañas de la Tierra. Las colinas que custodiaban a la ciudad extendían sus manos hacia lo alto en un afán desesperado para no desaparecer. Las casas solariegas los templos y palacios ejercitando una danza, se acurrucaban desesperadamente para no derrumbarse. Los árboles lanzando gemidos se desplomaban pesadamente. El río bullicioso y cristalino detuvo su marcha y se encogió de espanto. Los animales se refugiaban asustados. Las aves no podían volar porque las ondas sísmicas habían afectado al firmamento. Los humanos clamaban gritaban oraban o reían a carcajadas en forma histérica y las lágrimas, que tal vez no pretendían deslizarse, como rayos de luna, bajaban por las mejillas sin ser sentidas. La muerte estaba de fiesta. La agonía danzaba de un lado para otro. El terror hacía trepidar los músculos y amortiguaba la carne. Los dientes se remordían como viejos goznes; y, el llanto amasado con lágrimas y polvo, estrujaba la vida y destrozaba el sentimiento. El impávido Cushca con su mueca en la entraña desgarrada, parecía dislocarse ante la tragedia.

Todo era desilusión, angustia, amargura y pavor. El alma de los hombres tomó matices variados; algunas bocas maldecían, otras blasfemaban y otras tenían el gesto de la angustia que se le quebraba en el silencio, y los ojos se cerraban, para no ver tanta tragedia.

Atrapados en los escombros del terremoto de Riobamba, 1797. Imagen ilustrativa creada con IA

Cuando sobrevino el cataclismo, don Rodrigo y doña María Beatriz se encontraban en su casa de habitación y buscaron para su refugio un ángulo de su aposento. La casa por acción del sismo se convirtió en ruinas y los recién desposados, fueron sepultados en el mismo lugar en el que pensaron formar su hogar, por eso se quedaron muy juntos, para salvarse, para confundirse en la muerte y seguirse amando más allá de la eternidad.

Los cónyuges sepultados entre las ruinas, se acurrucaban con amoroso cuidado el uno al otro, ella se refugiaba en los brazos de su marido y él ansiaba vivir para protegerle, consolarle y darle valor para poder sobrevivir.

No sin angustia, soportaron la inmensa cantidad de polvo, que como loco brotó cuando se desplomaron las paredes, y posteriormente, el hambre, la sed, la angustia, la desesperación iba marcando huellas en el cuerpo y en el alma, que cada minuto que pasaba, les hacía pensar, que iban a sucumbir definitivamente, con el único consuelo de que lo hacían juntos, unidos por el cariño hasta la muerte.

Cuatro días permanecieron sepultados en vida, días en los que agonizaron en cada minuto y perdieron todas las esperanzas de ver de nuevo al sol. Durante el tercero y cuarto día, María Beatriz presentaba agotamiento y desfallecía con abnegada resignación, porque el hambre, la sed el sueño y la desesperación ya estaban minando esas dos vidas. Rodrigo comprendió que su mujer estaba perdiendo las fuerzas y el optimismo, sintiéndose impotente, y en su desesperación, trata de encontrar medios para salir de su cautiverio, araña la tierra y las paredes, pero todo esfuerzo es inútil y en un último recurso, para que su la mujer de sus sueños no perezca, pone su dedo meñique entre los dientes de su cónyuge, que en sus ansias por sobrevivir, lastime el dedo y comienza a succionar la sangre, único alimento en su experiencia fúnebre, Rodrigo comprendió que el amor es sacrificio y entrega total y no podría ser de otra manera, porque era todo un riobambeño decente hidalgo y caballero, que sabía de sus deberes de hombre y de marido.

Restos del terremoto de 1797 en la parte frontal de la iglesia de Cicalpa Viejo

Al cuarto día, las brigadas de rescate que se formaron, escucharon los gemidos y gritos de los cónyuges. Removieron los escombros desde afuera, con ansiedad y desesperación, hasta que fueron rescatados y dejando el cautiverio oscuro y tenebroso vieron de nuevo la luz. Estaban desfallecidos, fatigados, con hambre, con sed, con angustia y con infinita tristeza al ver su casa y su ciudad destruidas, sus seres queridos muertos y desaparecidos, sus amigos ausentes de toda realidad.

La fe en el amor, fue el baluarte que sostuvo sus vidas, por eso, en lo posterior, se guardaron su amor ilimitado y gratitud profunda, en las que se refugiaron mientras duró su existencia y con ellas, lucharon para superar sus sufrimientos y volver a rehacer sus vidas, para entregarles a sus descendientes, que no fueron pocos.

Recopilación: Gustavo Rodríguez

Imágenes: Gustavo Camelos

Bibliografía: Riobamba en el tiempo Tomo III, Eudófilo Costales Samaniego, Editorial Gaia, Segunda Edición, noviembre 2014.

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