El Agualongo

Iglesia de San Lorenzo, Cicalpa-Villa La Unión (Antiguo Riobamba). Foto: G. Camelos
Cuando los riobambeños antiguos terminaron la construcción de su iglesia matriz y más concretamente, el pretil que daba a la plaza pública y central, le adornaron con muchas estatuas, las que representaban a diferentes imágenes de santos, que fueron labradas o mejor dicho esculpidas en ídolos que adoraban los aborígenes, antes y después de la conquista.
Estas estatuas habían venido a cambiar la fisonomía religiosa, pero en muy poco, porque los ídolos monstruosos que clamaban venganza e infundían terror; fueron sustituidos por otros con apariencia humana, llenas de bondad, mansedumbre y ternura, que producían compasión y pena; pero que, en la conciencia popular, significaban la gracia que habían alcanzado por sus virtudes, ante Dios.
El pretil fue inaugurado con toda pompa. Con ocasión de la bendición se desarrollaron muchas fiestas religiosas y profanas y fue padrino don Baltazar Carriedo, dicho en Mazorra, hombre por demás afortunado, aficionado a las colecciones de arte, que lo redujo a un verdadero museo su hacienda de Yutaquí en Pelileo, pero de una tradicional avaricia.
En aquellas estatuas destacaba una, que se hallaba a un costado del pretil, elaborada en piedra y de dos metros de altura, a la que comúnmente le denominaban el AGUALONGO sin que nos haya quedado referencias de su significación y del porqué fue colocada en dicha construcción, pudiendo por nuestra parte, sin aseveración desde luego, indicar que posiblemente esta escultura representaba a un niño tejedor; eso debido al nombre pues aguar en quichua es tejer y longo significa niño, lo que traducido literalmente quiere decir “niño tejedor”
Sin lugar a duda, pertenecía esta escultura a algún artista de grandes ejecutorias, que representó el trabajo de obrajes en un niño indígena, en actitud de tejer y por su calidad artística, por su ejecución y por su representación, fue colocado en aquel lugar para dar mayor valor al pretil, que los riobambeños construyeron para ornato de la ciudad y de su iglesia principal.
La iglesia matriz de Riobamba antiguo, fue una de las construcciones arquitectónicas más completas y artísticas de la ciudad, ya porque los riobambeños eran gente emprendedora, ya también porque ponían todo fervor y entusiasmo en ejecución de esa clase de edificaciones, porque estaban destinadas al culto divino. Aún en el momento actual, sus ruinas nos hablan de su solidez porque algunos arcos de la nave central, permanecieron intactos, a pesar del derrumbamiento que soportaron.
Antes del cataclismo de febrero, en el que la ciudad de Riobamba fue totalmente destruida, según documentos que nos han quedado y a la tradición oral, se sucedieron hechos nada comunes y fenómenos que muchas de las veces y de acuerdo al fanatismo de la época, fueron tenidos como obra del demonio, pero la verdad es que la naturaleza se preparaba mediante ciertos signos, avisos y raros sucesos, al cataclismo que iba sobrevenirle, sucesos que preceden a las grandes acontecimientos naturales, como una demostración elocuente de su poder.
En la plaza central, aquella que en su costado tenía El pretil con las estatuas de santos y la del Agualongo, la Casa de Cabildo, Justicia y Regimiento y la de Gobierno, como todas las ciudades españolas, tenían las ferias diarias y las generales del corregimiento los sábados y miércoles a la que acudían de todos los pueblos y parcialidades a mercar los productos agrícolas, animales domésticos y otras cosas necesarias para la subsistencia, a más de telas para los vestidos, implementos de labranza y otros objetos indispensables, tal como se realiza en el momento actual, porque esta costumbre fue trasladada al nuevo asentamiento que le dieron a la ciudad.
Así pues, la feria a la que nos estamos refiriendo, era una de las más prestigiosas del Corregimiento, no sólo por su producción agrícola, que era inmejorable y variada, sino también porque era dueña de magníficas de esas en las que se desarrollaba la ganadería con mucho provecho y porque tenían los obrajes que eran de mucha fama, porque rodeada de páramos como estaba, permitía la existencia de grandes ovejerías, que le proporcionaba lana abundante y de buena calidad, para la fabricación de paños finos que eran usados en toda la Real Audiencia, el Perú y hasta en España, pero tras de esta elaboración existía la más grande de las injusticias humanas que soportó el indio ecuatoriano, porque en los obrajes igual que en las mitas, se encerraban muchas injusticias, lágrimas y sangre, sólo para que se produzca más, y por su condición de vencidos, los hombres que fueron dueños legítimos de estas tierras de América.
El viernes 3 de febrero de 1797 las “mindalas”, como comúnmente se les designaba a las mujeres del pueblo, que en la plaza pública salían a vender los diferentes productos de consumo diario, como la carne, cebollas, harinas y otras cosas indispensables para el sustento, estaban dedicadas a su faena, que a más de llenar las necesidades de las ciudades les dejaba alguna utilidad económica.
A eso de las 11:00 de la mañana de dicho día, sintieron un sonido fuerte y prolongado que puso en sustos no sólo a las mindalas sino también a toda la ciudad. A las 12:00 del día, se repitió ese mismo fenómeno, pero con más intensidad y duración, parecía provenir del nudo de Igualata. A las 2:00 de la tarde volvió a repetirse el fenómeno, alarmando no sin razón, a todo el vecindario que se volcó a las calles y plazas, afluyendo más gente a la plaza central. Muchos personajes de importancia emitían sus opiniones y pareceres, de acuerdo con su capacidad y experiencia, aduciendo diferentes motivos y causas.
A las 3:00 de la tarde, se repite el fenómeno, poniendo en los habitantes de la ciudad una actitud de miedo, de espanto y de temor ante la continua repetición de este sonido soterrado, angustioso, prolongado y tétrico.
Todos habían dirigido sus miradas hacia el pretil de la iglesia matriz cuando todavía el suspenso no había desaparecido, ven que la estatua del Agualongo sobre su propio pedestal, gira lentamente, en forma pausada y rítmica, para después de escasos segundos de movimiento, volver a su estado natural, sin que, por este hecho, presente rajaduras, desprendimientos de argamasa o desnivel en su posesión.
Este acontecimiento aumentó mucho más la sorpresa en los que observaron y pronto fue de dominio público en toda la ciudad, creyendo la mayoría de la gente que se trataba de algo sobrenatural y muy pocos de origen diabólico. A la noche, aunque inquietos los habitantes de Riobamba, se dedicaron al descanso, en la seguridad de que este fenómeno no tendría mayores consecuencias, a pesar de que quienes presenciaron el fenómeno, se dieron cuenta de que estaban fuera de lo común y por lo mismo, pensaban que era el predecesor de algún acontecimiento funesto.
Al amanecer del 4 de febrero o sea al siguiente día, a las 7:00 de la mañana cuando la mayoría de los riobambeños se encontraban en el lecho y otros en las iglesias cumpliendo con las prácticas religiosas y con la ilusión, muchas de ellas, de encontrar risueños y contentos a la fiesta del Carnaval que se iniciaría el domingo cinco, sobrevino el terremoto más formidable que haya soportado ninguna región del país. Pues la duración de este movimiento sísmico de conformidad con las informaciones juradas fue de 5 minutos con intensidad pasmosa que dejó a la ciudad totalmente destruida quedando de sus templos conventos y casas solamente montones de ruinas, que sirvieron de tumba a 15000 habitantes.
La estatua del Agualongo, también desapareció y debido a haberse convertido en pedazos por el movimiento terráqueo y sus restos confundidos con el polvo y las ruinas.
Su anuncio fue el preludio de la destrucción, el aviso de que, en la mañana del día siguiente, estaría la ciudad devastada y al girar en su pedestal, quiso ver por última vez en su totalidad, la ciudad que le había erigido frente a la plaza principal, en la misma que Almagro fundaría la ciudad española de Santiago de Quito y que por este hecho, tendría que trasladarse a otro lugar, solamente con el recuerdo de su grandeza, prosapia y orgullo.
Recopilación: Gustavo Rodríguez
Fotos: Gustavo Camelos
Bibliografía: Riobamba en el tiempo Tomo II, Eudófilo Costales Samaniego, Editorial Gaia, Segunda Edición, noviembre 2014.



