La batalla del 21 de abril de 1822

Por: Gustavo Rodríguez

Las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; y el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad.
Simón Bolívar

Con la madrugada, el día domingo 21 de abril de 1822 las fuerzas de Sucre se movilizan de Punín, Diego Ibarra a la cabeza de la vanguardia libertadora, mediante oportuno e inmediato movimiento ocupa la quebrada de Pantús, medida estratégica que permite al grueso del ejército libertador abandonar la población. Los realistas ocupan posiciones ventajosas para la defensa de la ciudad, dominan toda la margen izquierda del río San Luis, compuesta por las llanuras de Santa Cruz y Sabúm, plataforma natural que les daba ventaja y visibilidad a su favor pues, en la situación en la que se encontraban era muy fácil descubrir el movimiento de los patriotas, a más de esto en las alturas de Guaslán había puesto avanzadas con el objeto de espiar al ejército libertador. Sabedor Sucre de las posesiones ventajosas que tenia el enemigo, con la ayuda de algunos pobladores de Punín, especialmente de Juan Antonio Tapia y Sebastián Viñán, desciende con todo su ejército al cauce de la quebrada de Chuipe, hasta desembocar en el cauce de la quebrada Colorada y por este camino oculto, con las divisiones a su mando, llega hasta Paltus, que es el mismo río San Luis a unos dos kilómetros de la población y en esta forma domina la llanura sureste de Riobamba.

Cuando las fuerzas libertadoras estaban a salvo de las desventajas geográficas, que les proporcionaba la naturaleza, se dan cuenta los españoles de la maniobra de Sucre e inmediatamente se repliegan hasta los suburbios de la ciudad, siendo incitados persistentemente a combatir por la vanguardia republicana. Los realistas rehúyen y se repliegan, hasta entrar en la ciudad por el este, mientras una llovizna pertinaz amaga a los rivales.

Desde la quinta en que en esa época pertenecía a la familia Vallejo, lugar en el que actualmente se levanta la Casa Madre, de la comunidad de las Marianitas y la plaza de Villa María, tienen lugar algunos intentos de batalla entre la vanguardia patriota y la retaguardia realista. Pero es notorio que los españoles rehúyen combatir; por esta razón, entre fricciones y escaramuzas, atraviesan los dos bandos la ciudad por la calle que en la actualidad lleva el nombre de Argentinos, en honor a los hombres de esa nacionalidad que lucharon en ese día y se cubrieron de gloria gracias a su valor y coraje. Los realistas retroceden, los republicanos avanzan, cumpliendo lo ordenado por sus jefes y de acuerdo a la estrategia prevista.

El comandante Juan Lavalle a la cabeza del escuadrón de Granaderos va despejando el campo, mas a las faldas de una pequeña colina (Loma de Quito), de improviso se encuentra frente a los escuadrones de caballería de Tolrá. En el relato de los acontecimientos cito el informe que envía el propio Lavalle el 25 de abril de 1822 desde Riobamba al Sr. Don José de Sanmartín, Capitán General en jefe del Ejército Libertador, que dice: “El día 21 del presente se acercaron a esta Villa las divisiones enviadas por usted y las de Colombia y ofrecieron al enemigo una batalla decisiva. El primer escuadrón del regimiento Granaderos a caballo, de mi mando, marchaba a la vanguardia, descubriendo el campo, y observando que los enemigos se retiraban a través de la villa, y a la espalda de una llanura me vi repentinamente al frente de tres escuadrones de caballería, cada uno de ciento veinte hombres que sostenían la retirada de su infantería. Una retirada había ocasionado la pérdida del escuadrón y su deshonra, y era el momento de probar en Colombia su coraje; mandé formar en batalla, poner sable en mano y los cargamos con firmeza. El escuadrón que formaban noventa y seis hombres, parecía un pelotón con respecto de cuatrocientos que tenían los enemigos; ellos esperaban hasta la distancia de veinticinco pasos poco mas o menos, cargando también, pero cuando oyeron la voz “a degüello” y vieron morir acuchillados a dos o tres de los más valientes, volvieron caras y huyeron en desorden. La superioridad de sus caballos los sacó por entonces del peligro, con pérdida solamente de doce muertos y fueron luego a reunirse al pie de sus masas de infantería.

El escuadrón llegó hasta tiro y medio de fusil de ellos, y temiendo un ataque de las dos armas, le mandé a hacer alto formarlos y volver caras por pelotones; la retorna se hizo a tranco de caballo, cuando el general Tolrá puesto a la cabeza de los escuadrones españoles los puso a la carga sobre el mío. El coraje brillaba en el semblante de los bravos granaderos y era preciso ser insensible a la gloria, para no haber dado una segunda carga. En efecto, cuando los cuatrocientos godos habían llegado a unos cien pasos de nosotros mandé volver caras por pelotones y los vengamos por segunda vez. En este nuevo encuentro se sostuvieron con alguna firmeza que en el primero y no volvieron caras, hasta que vieron morir a dos capitanes que los animaban. En fin, los godos huyeron de nuevo arrojando al suelo las lanzas y carabinas y dejando muertos en el campo cuatro oficiales y cuarenta individuos de tropa.

Cincuenta dragones de Colombia que vinieron a reforzar al escuadrón le acompañaron en la segunda carga y se condujeron con bravura, nosotros nos paseamos por encima de los muertos a los dos tiros de fusil de sus masas de infantería, antes que fuera de noche y la caballería que sostenía la retirada de la infantería tuvo después que ser sostenida por ella, el escuadrón perdió un granadero muerto y dos heridos. Después de haber batido un número tan superior de enemigos en el territorio de Quito. Entre tantas acciones brillantes de los oficiales y tropa del escuadrón, es difícil hallarlas de más mérito; sin embargo, es preciso nombrar al sargento mayor graduado Alejo Brouix, al teniente Francisco Olmos y a los sargentos Díaz y Vega y al granadero Lucero.”

Se ha transcrito casi todo el informe enviado por el autor de esta jornada porque la descripción de la acción es patética, serena y en ella se destacan los hechos en forma clara y terminante. Este informe elevado al general Sanmartín hace que veamos con claridad como luchaban los americanos, con fe, con denuedo y con arrojo, porque esta lucha santa tenía por fin reivindicar el ultraje que cometieron los españoles; era la oportunidad para que los bravos e indomables gauchos inspirados por su dilatada pampa, los colombianos incitados por la sangre chibcha que llevan y los ecuatorianos, en los que fulguraba como un reguero de pirotecnia sublime, la sangre de los formidables puruhaes, de Atahualpa, de Rumiñahui, de Quiz Quiz y de Cacha, hacían desaparecer vidas que descendían de los aventureros porquerizos, que sembraron esclavitud y destruyeron estirpes y culturas que no debieron ser marginadas tan solamente para superponer otra basada en fanatismos y clases sociales que denigraron al hombre.

Tras la derrota, los españoles juntamente con su jefe el general Tolrá se desbandaron por la llanura dilatada, que partiendo del campo de batalla se prolonga hacia el norte, llegando al pueblo de San Andrés, perseguidos muy de cerca por el escuadrón Cazadores del Perú, que tuvo que abandonar esta persecución porque advino la noche y estorbaba una pertinaz llovizna.

El ejército realista derrotado, a como podían sus cabalgaduras, bajo las sombras de la noche, pasaron el páramo de Sanancajas al pie del Chimborazo que, cubierto de niebla, no quiso mirar a esos hombres que querían retener la esclavitud derramando su sangre, sacrificando vidas y hartándose de mártires. Rebasando el páramo y los caminos llenos de fango ingresan al pueblo de Mocha. La caballería realista maltrecha desanimada y cansada por la fuga y la derrota, apenas descansa junto con el general Tolrá, al traidor de Babahoyo López y al estado mayor apesadumbrados y tristes, parece que intuyeran nuevas derrotas.

En la noche del 21 de abril, los ejércitos vencedores no hacen su ingreso a la villa de Riobamba y pernoctan en las afueras de la ciudad. Esta medida tenía el objeto de permitir que todo el ejército se reagrupara, porque en el ardor del combate y en la persecución de los derrotados, se desparramaron en todas las direcciones.

El día 22 de abril cubiertos por la gloria del triunfo entraban en nuestra ciudad los ejércitos libertadores, comandados por los bravos capitanes que, vencedores, no hacían mayor alarde. A la cabeza de todos ellos, un joven delgado, alto, de nariz aguileña, de pelo rizado y de fisonomía inteligente y marcial, pero lleno de bondad y de calma, vestido con un pantalón de modesto dril, una levita negra arrugada por el agua de la lluvia y cubierta de polvo, en su cabeza con un gorro de paño sin más divisa que un galeón de oro ennegrecido por el humo de las batallas; era Sucre. En esa forma se describe la entrada a Riobamba de este gran libertador y lugarteniente de Bolívar.

Toda la ciudad se volcó para recibir a los vencedores. Desde ese momento ya no volvería la esclavitud, porque había sido definitivamente desterrada de nuestra ciudad y provincia. Todos ayudan y contribuyen para el mantenimiento del ejército patriota. Los riobambeños estaban alegres, porque en esta vez y en esta única vez, lograban su independencia después de haberla intentado por tres ocasiones.

Sucre prosigue en su ruta de inmortalidad y Riobamba, la que sueña con las alturas y vive arrullada por volcanes y custodiada por los nevados eternos, siguió y sigue su ruta de libertad y de grandeza, porque el 21 de abril de 1822, fue por primera vez libre definitivamente y esa libertad será eterna, como eterno es su destino.

Bibliografía:

Riobamba Independiente, Dr. Eudófilo Costales Samaniego, segunda edición, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo de Chimborazo, Riobamba 2012, originalmente escrito el 12 de febrero de 1971.

Trazado presentado en el Benemérito Taller Cultural Fernando Daquilema, Riobamba abril 2023

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