La Dialéctica

José Miguel Alarcón
Articulista de opinión

El origen de la palabra dialéctica (Del griego “dialego”, que significa sostener una conversación, una polémica). En la antigüedad, algunos filósofos entendían por dialéctica el arte de lograr la verdad descubriendo las contradicciones contenidas en los razonamientos del adversario, y superando esas contradicciones. Posteriormente, la dialéctica se convirtió en una doctrina del desarrollo y de la relación universal. La dialéctica considera todos los fenómenos como en eterno movimiento y mutación; y el desarrollo de la naturaleza, como un resultado de la lucha de las contradicciones que en ella existen.

“La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento.”

Engels, Ánti-Dahring.

El método dialéctico tenía ya una larga existencia antes de que Marx y Engels lo desarrollasen científicamente como un medio de comprender el desarrollo de la sociedad humana. los griegos antiguos produjeron algunos grandes pensadores dialécticos, entre los que están Platón, Zenón de Elea y Aristóteles. Ya en el año 500 antes de nuestra era, Heráclito adelantaba la idea de que “todas las cosas son y no son, porque todo fluye, está cambiando constantemente, constantemente naciendo y muriendo. Es imposible sumergirse dos veces en uno e idéntico rió”.

Esta frase contiene ya la concepción fundamental de la Dialéctica, de que todo en la naturaleza está en un constante estado de cambio y que este cambio se produce a través de una serie de contradicciones.

“La gran idea cardinal de que el mundo no puede concebirse como un conjunto de objetos terminados y acabados, sino como un conjunto de procesos, en el que la cosas que parecen estables, al igual que sus reflejos mentales en nuestras cabezas, los conceptos, pasan por una serie ininterrumpida de cambios, por un proceso de génesis y caducidad; esta gran idea cardinal se halla ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia habitual, que, expuesta así, en términos generales, apenas encuentra oposición. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra cosa es aplicarla a la realidad concreta, en todos los campos sometidos a la investigación para la filosofía dialéctica no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofía.

Todo lo que existe, existe por necesidad. Pero, de la misma forma, todo lo que existe está condenado a perecer, a ser transformado en otra cosa. Así, lo que es necesario en un momento y lugar se hace innecesario en otro. Todas las cosas contienen su opuesto, que está destinado a sustituirle y negarle. Esto es válido tanto para las cosas vivientes individuales, como para las sociedades.

Todo tipo de sociedad humana existe porque es necesaria en el momento dado en que se impone:

“Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan, o por lo menos se están gestando las condiciones materiales para su realización:’

 

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